Espero que todos hayáis disfrutado pensando en la situación que os planteé en la primera parte y que hayáis decidido qué habríais hecho.
¿Cuál fue el resultado?
Ante todo, recordaréis que en la primera parte dije que la vida real no funciona como un ejercicio. Así que yo no tenía toda la información tan bien organizada como cuando os la presenté a vosotros. Tuve que reunirla a medida que resolvía el problema –con un tiempo limitado y una tormenta de nieve acercándose–.
Como seguramente habréis adivinado, aunque la opción a) (sacar los camiones) era posible en teoría, la descarté bastante rápido. Era la que tenía más posibilidades de resultar en un daño a los camiones, bien durante su traslado o por problemas derivados de las condiciones meteorológicas/ambientales. ¡Imaginaos lo que supone mover camiones históricos a toda prisa y mientras comienza una tormenta de nieve! ¿Qué posibilidades hay de que todo el mundo mantenga la calma y actúe adecuadamente? ¿Qué probabilidades hay de que alguien se ponga nervioso, soltando algo cuando no debiera o no viendo dónde pisa? Proteger a los objetos del peligro es solo un aspecto a considerar. Evitar accidentes, y especialmente aquellos que pueden suponer que alguien salga herido, es otro, y para mí más importante.
Inicialmente me incliné por la opción c) (esperar hasta el lunes). Después comprobé la página web del Deutsche Wetterdienst (DWD, servicio meteorológico alemán), el radar de precipitación y los datos meteorológicos del aeropuerto más cercano (que es nuestra referencia para el tiempo atmosférico local porque está a solo 4 kilómetros).
En el momento teníamos una humedad relativa de aproximadamente el 55% en el exterior, y una temperatura de aproximadamente -3 °C. El pronóstico meteorológico para el lunes predecía un aumento de la temperatura hasta los 2-5 °C con una probabilidad de lluvia del 85%. El radar de precipitación decía que el frente de nieve se estaba aproximando, pero probablemente llegaría algunas horas después del aviso dado para las 10 a. m.
Por tanto, pensé que tendría un pequeño margen de tiempo para la opción b) (abrir la puerta, situar la plataforma elevadora en el exterior, trabajar en el interior), porque el lunes tendría exactamente el mismo problema, pero con peores condiciones meteorológicas que las de hoy. El pronóstico meteorológico a largo plazo no me dio muchas esperanzas de que las condiciones fueran a mejorar en la siguiente semana. De hecho, los -3 °C/55% HR parecían ser las mejores condiciones en el futuro próximo.
Para reconfirmar mi intuición, saqué mi leal diagrama hx de Mollier. Me dijo que con estas condiciones no alcanzaría el punto de rocío en la nave (recordad: 11 °C/42% HR). El aire primero se mezclaría, generando un aumento de la temperatura y un descenso de la humedad relativa antes de que la temperatura comenzara a descender. Y con todos los objetos bien climatizados a 11 °C, el riesgo de condensación parecía bajo (al contrario de lo que ocurrió hace algunos años, cuando algún chico listo decidió abrir las puertas para dejar que el “estupendo y templado aire primaveral” (18 °C/80%) entrara en la nave (11 °C/50%)).
Si el frente de nieve llegaba pronto, aún podríamos interrumpir el trabajo y cerrar la puerta en aproximadamente 10 minutos. Así que me decidí por la opción b) pero, francamente, no me sentí cómoda con esta solución y habría estado agradecida a cualquiera que hubiera propuesto una opción d).
Tuvimos suerte. El detector se cambió en una hora y el frente de nieve nos alcanzó tarde, a las 2 p. m. Recuperamos la calefacción en la nave con mucho cuidado (lo cual no fue un problema porque el sistema de calefacción es muy débil) y todo fue bien.
¿Por qué tengo todos los datos? ¿Esto ocurrió hace poco tiempo?
Quizá algunos de vosotros os habréis preguntado por qué tengo presentes todos los datos exactos, a pesar de que me encontré en esta situación hace bastante tiempo. Lo juro, ¡no tuve que inventármelos! Solo tuve que mirarlos.
Generalmente, cuando se dan situaciones problemáticas puedes hablar con expertos de tu museo o de la materia en cuestión para encontrar las mejores soluciones. Puedes tomar la decisión tú mismo una vez que has confirmado con colegas para comprobar que no se te ha pasado algo importante. O puedes presentar la cuestión a los responsables de dirección y dejar que ellos tomen las decisiones. Sea cual sea tu enfoque, puedes decir que hiciste lo que hiciste a tu leal saber. Después, hay situaciones como esta en las que te encuentras abandonado a tu suerte. Tienes que decidir partiendo de los datos limitados que tienes, tu experiencia y tu instinto.
En estos casos es importante reconfirmar posteriormente. Sin duda, si algo va mal sabes que tu decisión fue equivocada y lo harás mejor en la siguiente ocasión. Pero si todo sale bien nunca estarás del todo seguro de si fue así porque tu decisión fue la correcta o simplemente porque tuviste muchísima suerte. Esto lleva, a lo peor, a hacer lo mismo la siguiente vez pero con mucha menos suerte.
Así que después del incidente escribí a muchos colegas haciéndoles la pregunta que os hice a vosotros: “¿Qué habrías decidido tú?” Fue muy interesante leer sus respuestas. En general aprobaron mi actuación. Algunos preguntaron si no había sido posible asumir el riesgo de tener solo un detector de incendios activo, ya que siendo infrarrojo seguro que reaccionaría si hubiera un fuego, incluso si este estuviera en la otra parte de la nave. No asumí ese riesgo por varias razones:
- Los dos detectores infrarrojos fueron instalados exactamente al mismo tiempo. Si la avería se debía a un problema de fabricación, quizá el segundo detector tampoco era totalmente fiable.
- En caso de incendio no estaba segura de cómo habría reaccionado la aseguradora ante el hecho de que uno de los dos detectores de incendios no hubiera estado activado.
- Mi principal preocupación era esta: ¿y si un pequeño fuego ardiera durante algún tiempo en la zona donde se encontraba el detector estropeado sin que el otro detector lo advirtiera? El fuego podría cobrar fuerza y cuando el otro detector finalmente entrara en acción habríamos perdido un tiempo precioso para que los bomberos pudieran reaccionar. La nave era de piedra, de modo que la estructura no era la preocupación más importante. Pero imaginad la cantidad de humo graso, probablemente tóxico, producido por la madera oleosa, los camiones y los trenes ardiendo, el aire contaminado y su efecto en todos los objetos de la nave. Y, al menos entre colegas de museos de tecnología, las imágenes de lo que quedó de la casa de máquinas circular del Museo del Transporte de Núremberg están aún presentes: http://en.wikipedia.org/wiki/Nuremberg_Transport_Museum#Damage_following_the_fire_of_17_October_2005
Algunos colegas tuvieron otras ideas, como formar una patrulla de vigilancia durante el fin de semana con voluntarios reclutados entre el personal y esperar y ver si el tiempo sería realmente tan malo el lunes, una idea que sin duda tendré en mente para situaciones futuras.
Cuando me dispuse a escribir esta historia solo tuve que buscar en mi archivo de correos electrónicos del año en que ocurrió el incidente usando la palabra clave “trilema”, y ahí pude releer todos los datos y algunos hechos más que ya había olvidado, junto con todas las sugerencias que recibí de colegas de registros y responsables de colecciones.
Conclusión
Mirando atrás, hubo mucho que aprender de este incidente:
- Al planificar un almacén, tened en cuenta cómo se puede realizar el mantenimiento de los dispositivos de seguridad sin poner en riesgo los objetos.
- Guardad todos los registros de incidentes pasados; nunca sabes cuándo los necesitarás.
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La ley de Murphy continúa vigente.
Espero que hayáis disfrutado con esta escena del crimen de la vida real de un responsable de colecciones, y si alguna vez os apetece compartir una de vuestras historias estaremos encantados de publicarla en Registrar Trek.
Saludos,
Angela
Traducción al español desde el inglés: Lucía Villarreal