por Alana Cole-Faber
Hace unas semanas llevé a mis gemelos de cuatro años al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York para ver el hermoso belén napolitano del Museo. Por supuesto, al llegar nos distrajimos fácilmente con las momias, templos y esculturas y apenas hubo tiempo propiamente para el belén. Paseando por uno de los pasillos de escultura europea, a mis hijos les cautivó “Perseo con la cabeza de Medusa”, de Antonio Canova. Habíamos leído la historia de Perseo numerosas veces antes, y esta representación del héroe fue inmediatamente reconocible para ellos. Mi hija se alegró de ver que Perseo llevaba casco, pero mi hijo estaba bastante molesto porque parecía haber olvidado un regalo crucial de Atenea: un escudo reflectante. Mientras los gemelos debatían la exactitud de la escultura, dos hombres se acercaron. Uno le dijo al otro: “Oh, eh, es una escultura del hombre de ese mito”. Mi hija les escuchó por casualidad y suavemente dijo: “Perseo”; pero los hombres no le escucharon. El segundo hombre dijo: “Sí, es ese hombre que mató a Medusa. ¿Cuál era su nombre?”. Los hombres permanecieron un momento en silencio rascándose la cabeza. “Perseo”, dijo mi hija un poco más alto, pero fue ignorada de nuevo. “¡Perseo!”, exclamó el primer hombre después de una larga pausa, momento en el que mi hija se volvió hacia mí y dijo: “Le dije que era Perseo, pero no me escuchó”.“Él no me escuchó”. Podía oír en mi cabeza las palabras de mi hija, tal y como leí en el reciente artículo de Tiffany Jenkins sobre los niños en los museos, titulado “Los niños deben ser vistos y no oídos”. La autora asegura que los museos están demasiado orientados a los niños en los últimos años y afirma que esto es esencialmente un desperdicio de fondos, ya que cree que los niños no son capaces de beneficiarse verdaderamente de las colecciones que ofrecen los museos. El artículo critica severamente la inclusión de los niños en los museos, lo que casi se lee como una sátira. Casi.
Sí, los niños son a menudo ruidosos en los museos. Sí, a veces corren cuando deberían caminar. Sí, a veces tocan cuando no deberían. Sin embargo, se lleva a los niños a los museos para su educación, y su educación abarca más que simplemente quién hizo qué y cuándo. Llevar a los niños a los museos les enseña que estas instituciones tienen valor, que lo que hay dentro de ellas tiene valor, y que la gente que trabaja allí tiene valor. Con la ayuda de un docente comprometido, los niños pueden incluso aprender cómo deben comportarse en las galerías, pero, incluso aunque no sea así, las semillas se han plantado no obstante para su futuro crecimiento. Estudios realizados por el Fondo Nacional de las Artes indican que hay numerosos beneficios en involucrar a los niños en las artes y que esos beneficios son especialmente significativos para los niños de familias con bajos ingresos.La afirmación de la Sra. Jenkins de que los museos están demasiado orientados a los niños es imposible de apoyar. He trabajado y visitado muchos museos de muchos países diferentes a lo largo de los años. Ni una sola vez he creído que ningún museo estuviese demasiado centrado en los niños. Hace poco visité el Museo Smithsonian del Aire y del Espacio, que en los Estados Unidos es una especie de meca para los más pequeños. Los aviones y las naves espaciales cuelgan del techo, y hay actividades interactivas y vídeos a lo largo de las galerías. Hay niños por todas partes, y un montón de cosas para que ellos toquen y trepen. Si algún museo pudiese ser acusado de estar excesivamente orientado a los niños, podría ser este. Sin embargo, me di cuenta de que en cada actividad interactiva había al menos tantos adultos participando como niños. Los abuelos señalaban famosos aviones a sus pequeños compañeros, y los niños preguntaban repetidamente a sus padres: “¿Qué quiere decir esto? ¿Qué es esto?” Había ruido, eso seguro, pero había conocimiento recorriendo cada rincón y rendija de esas galerías. No cabe duda al menos de que esos niños volverán como adultos, compartiendo su experiencia con sus propios hijos y nietos.
Si nuestros museos no son para niños, ¿para quienes lo son? ¿No estamos en este negocio para preservar el arte, la cultura y la Historia para las futuras generaciones? Para aquellos de nosotros que trabajamos “detrás de escena” con las colecciones, es fácil pensar en el trabajo de atraer a nuestros ciudadanos más jóvenes a los museos como algo ajeno a nosotros. En algún momento de nuestras carreras, la mayoría de nosotros hemos dicho: “Oh, yo realmente no soy un conservador y/ o educador”. Pero los que conservamos las piezas formamos parte de esta misión educativa y nos interesa enormemente que la misma tenga éxito.Si no estamos enseñando a nuestros jóvenes que lo que hacemos importa, que todas estas piezas antiguas que cuidamos tienen valor, entonces estaremos sin trabajo cuando la próxima generación llegue a la mayoría de edad y la Sra. Jenkins se quedará completamente sin su “palacio de conocimiento”. La próxima vez que escuchemos un ruidoso grupo escolar deambulando a través de la galería de un museo, quizá deberíamos estar agradecidos de que alguien se haya preocupado lo suficiente como para traerlos. Y, entonces, podremos asegurarnos de que no toquen nada que no deban.
Si estas esperando la solución del “Trilema” de un Registrador, aguanta una semana más. Lo revelaremos el 17 de enero.
Traducción al español desde el inglés: Laura García Oliva