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Cómo llegué a ser registrador de museo III

Noticia de última hora; periodista descubre que es una registradora

Tracey Berg-Fulton

GUAlumniProfileKRecuerdo con total claridad el día en que me decidí a trabajar en un museo. Estaba sentada en un banco en el Ulster Museum en Belsfast, Irlanda del Norte, y acababa de finalizar unas entrevistas para un reportaje de prensa que estaba escribiendo. Como de costumbre, era un día gris y lluvioso, y me refugié en el museo.

Allí sentada, pensaba acerca de lo que yo había hecho –periodismo- y me preguntaba a mí misma si realmente podía mantenerme en eso durante treinta años.

La respuesta fue clara, contundente, y me arrugaba el corazón: no.  Habiendo yo incurrido en una deuda de miles de dólares para mi educación, y llegada a este punto, ¿qué demonios iba a hacer ahora?

Y entonces miré a mi alrededor.

Esto, esto es lo que quiero hacer. Yo siempre había amado la historia, el arte, las bibliotecas y los museos, así que ¿por qué no hacer de mi vida esto, oficialmente?

Yo había presentado mi inscripción en el programa de postgrado en historia del arte de la Universidad de Glasgow, más bien como un antojo, pensando que sería rechazada de plano por mi carencia de títulos universitarios británicos, pues mis licenciaturas en fotografía y periodismo solo estaban tangencialmente relacionadas con eso. Quedé muy sorprendida al ser aceptada para comenzar en otoño de 2007.

En Glasgow, me metí de cabeza en la investigación y la escritura, y aproveché la oportunidad para hacer prácticas profesionales con un conservador de vitrales en los Museos de Glasgow. Nuestro trabajo se enfocaba en el inventario de vitrales, y durante ese proceso aprendí acerca de los diversos roles ejercidos en un museo. No podía estar el tiempo suficiente con los objetos ni pasar mucho tiempo en las bóvedas, aunque descubrí luego que la persona que tiene más contacto con la mayoría de los materiales era, desde luego, el registrador.

Mi carrera estaba hecha. Famosas palabras finales, ¿no?

Me gradué en Diciembre de 2008, y regresé a mi ciudad natal en Pittsburgh, Pennsylvania, Estados Unidos. Había escuchado sobre la recesión en los EEUU, pero mientras me encontraba en Escocia no había entendido completamente su impacto. Me presenté a solicitar empleo en todos los museos que pude, y luego en negocios relacionados; posteriormente en cualquier trabajo en general. Y nada.

Finalmente, un contacto me presentó a otro, quien me ayudó a apuntarme en el rol de voluntaria en el Carnegie Museums of Pittsburgh. Habiendo yo tenido empleo desde los 14 años, me sentía aliviada de estar trabajando, incluso sin paga. También comencé como voluntaria en un pequeño museo comunitario, creando el inventario de sus colecciones.

Luego, en abril de 2009, tuve un accidente mientras corría, dejándome la cadera rota y temporalmente incapacitada para caminar, sentarme, conducir, trabajar o hacer cualquier cosa, salvo estar en cama. Perdí seis meses de mi vida en mi recuperación.

Luego de recuperarme, regresé a mi voluntariado en el Carnegie, y fui cambiada de cargo luego de una exitosa solicitud de mi parte, a un puesto de medio tiempo como fotógrafo de la colección. No era exactamente un trabajo de registrador, pero aun así interactuaba con muchos objetos. Disfruté mi trabajo, pero mantuve mis esperanzas hacia la apertura de un cargo de registrador, mientras presentaba solicitudes en todo el país para otras oportunidades que se abrieran.

375_513434167185_2390_nUna de esas solicitudes tuvo éxito –y partí para asumir el puesto de registrador asistente en Oklahoma en 2010. Fue una maravillosa experiencia de aprendizaje, pero la situación económica exigía que yo trabajara en Oklahoma mientras que mi esposo permanecía en Pennsylvania. Luego vino una serie de problemas de salud en mi familia, y una imperiosa necesidad de regresar. Dejé mi cargo, quedándome sin empleo, para regresar a casa.

Regresar a Pittsburgh me reconfortó, pues estaba en casa con mi familia, pero la situación de desempleo era terrible. Volví al trabajo de vendedor minorista de artículos de montañismo, con un distribuidor al aire libre mientras yo resolvía a dónde iba a ir después.

Un día me pregunté por qué no trabajar como registradora por contrato. Si no hay empleo, ¿por qué no crearme uno? Descubrí que uno de los beneficios de vivir en una ciudad mediana era que no había mucha gente haciendo trabajos por contrato (¡tal vez ya habían sido todos ocupados!).

Busqué un asesor del Comité de Registradores de la Alianza Americana de Museos, y comencé a difundir entre todos que yo estaba trabajando como independiente. Entonces, introduje mis documentos para constituirme como representante de ventas en una empresa o sociedad de responsabilidad limitada (SRL). Obtuve una respuesta sorprendentemente intensa por parte de la comunidad de Pittsburgh; yo ya estaba sobre la marcha.

Los contratos me vinieron realmente bien –yo quería ser registradora, pero en realidad mi título era más bien el de Contratista para labores técnicas en general (o “arregladora”). Me encantaba resolver problemas peculiares de mis clientes; de todo, desde pensar en cómo enviar una fotografía de un lado a otro del país durante la noche hasta reemplazar la manilla del excusado (consejo: gire la tuerca plástica en el sentido opuesto al de todas las otras tuercas que usted haya apretado antes). Fue una perfecta mezcla de arte, historia, carpintería, herramientas eléctricas, y diplomacia. Me hice mi propio horario y tuve que escoger mis proyectos, lo cual fue una bendición, especialmente cuando a un miembro de familia le fue diagnosticado cáncer.

Pero me faltaba algo. Si bien mi perro era un excelente escucha, él no tenía mucho de conversador, y yo desesperadamente echaba de menos tener colegas. Extrañaba tener una colección que conociera hasta en sus más pequeños detalles. Extrañaba una sede que yo conociera como a un viejo amigo. Extrañaba un horario más o menos regular… Lo que nadie te dice acerca del “trabajo flexible” y de trabajar desde casa es que en realidad trabajas 24 horas al día, respondiendo e-mails, facturando, calculando impuestos, trabajándole a clientes actuales, manteniéndonos actualizados en el mejor modo de hacer las cosas, estar en contacto con la gente, etc.

Y así hasta el día de hoy. Ya tengo un mes en mi empleo de tiempo completo como registradora y miembro del equipo del August Wilson Center for African American Culture. Somos una institución joven, y es estimulante estar en capacidad de establecer políticas, resolver desafíos, y abrir nuevos caminos cuando sea necesario. Estoy feliz de trabajar en una organización que cumple una importante función cultural en nuestra ciudad, y mi trabajo es increíblemente gratificante.

Ha sido un largo y tortuoso camino para llegar a este punto, pero he visto cosas asombrosas a lo largo de él. He tenido el placer de conocer y aprender de muchos de mis colegas en conferencias, junto a una taza de café, y a través de la lista de correos del Comité de Registradores de la Alianza Americana de Museos (CR-AAM). También tengo el placer de servir como Presidenta del Comité del sitio web del CR-AAM.

Cada día aprendo y hago algo bueno. Cada día veo los más asombrosos e íntimos objetos de la civilización –desde vestidos de bautizo hasta almohadillas de portero de hockey. Me satisface mi amor por esas cosas brillantes. Y tengo que rascarme la comezón tecnológica (y aun espero por un diseño de sitio web adaptable a diferentes formatos móviles a partir de una base de datos amigable (¡oigan, desarrolladores!). ¿Qué podría ser mejor?

Mirando al futuro, espero continuar creciendo en mi profesión, y espero estar más involucrada en el amplio mundo de los museos, y participar activamente en traer a los museos a una experiencia de visitación propia del siglo 21.

Texto: Tracey Berg-Fulton 

Traducido del inglés al español: Fernando Almarza Rísquez

 

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